Adiós a los relojes



Por Arturo Aguilar






Ha pasado tanto tiempo. Desde la última vez que pude observarme en sus ojos, pero, aún puedo recordar lo que a la distancia Luz me decía: ¿De verdad, no tienes nada que decirme?, ¿Estás seguro? Mientras su rostro se contraía. Yo me limite a mover la cabeza lentamente hacia los lados, mientras los transeúntes nos miraban con cierta curiosidad.
Desde entonces cuento cada uno de los días, han transcurrido ya tres años. Curiosamente hoy la he visto en el café, la he reconocido por sus ojos esmeraldas, y sinceramente no he tenido el valor para saludarla y ella, ya no parece reconocerme.
Aturdido y con las pulsaciones a flor de piel, escuche un grito… Por un momento creí que era Luz, emitiendo mi nombre – ¡Miguel!- No quise voltear. Se escuchó nuevamente –¡Miguel!- y salí del trance, esa voz no era la de Luz, era de Melissa, la chica que ayudaba a Don Manuel en la tienda de antigüedades. Yo conocía a Don Manuel desde que era un niño, mi abuelo lo visitaba continuamente para platicar de política y jugar ajedrez; mientras yo disfrutaba admirando cada uno de los objetos que así residían que iban desde sinfonolas hasta lagartos disecados.
Al acercarme a Melissa, no pude evitar mirarle sus ojos color avellana, por un momento me quede sin palabras. Ella simplemente preguntó – ¿Podrías ayudarme con un reloj?- Yo asentí y ella me dio el reloj de bolsillo, que era tan resplandeciente como la luz del sol. Me limite a abrir el reloj y observe las manecillas apuntando a las doce en punto; fue entonces cuando comencé a girar la corona del reloj, pero las manecillas se mantuvieron estáticas. El cliente desmotivado decidió no comprar el reloj.
Eséptico mire el reloj, incluso hasta lo acerque a mi oído, para ver si escuchaba algún engrane fuera de lugar mientras lo agitaba Ni idea de que tenga el reloj le comente a Melissa. En ese momento, entro Don Manuel; preguntando que si quería el reloj. No me dio tiempo de responderle, simplemente comento: Hijo el reloj es tuyo, no es necesario pagar por él. Agradecí el gesto, con el rostro sonrojado y abandone la tienda de antigüedades.
Me detuve apenas me encontré afuera de la tienda. Y abrí nuevamente el reloj, las manecillas indicaban doce y media. Todo es tan raro pensaba para mis adentros, continúe con mi andar hacia mi caribe, cuando de reojo vi a alguien muy parecido a mí, era el termo-formado de una tienda de ropa; vestido de pantalón negro y saco blanco con las solapas oscuras, se notaba el pelo en pecho; peinado relamido hacia atrás, el lunar del lado izquierdo y los labios pintados de carmesí, llamaron mi atención.
Lo examine de todos los ángulos posibles y no tardaron en salir de la tienda para decirme: ¿Qué se le ofrece … la chica grito de inmediato ¡Miguel! Salieron detrás de ella, tres mujeres más, pidiéndome autógrafos y fotos; desconcertado acepte. Aunque las chicas me decían que estaba un poco pasado de peso y que estaba muy mal peinado, no tenía idea que estaba sucediendo. Hasta que dijo una de ellas,-Esperen un momento, ¿no hay firma de autógrafos hoy en el centro comercial de la vuelta?- contesté – Es verdad, debo irme, ¡hasta luego!-.
Me aleje rápidamente de la tienda de ropa, para llegar al auto. Pero cuando llegue, ¡sorpresa!, el auto ya no estaba. Que carajos está sucediendo me dije. Me limite a sentarme en la banqueta y vi gente que llevaba pancartas y unas fotografías… ¿Mías? Decidí mejor mantenerme en movimiento, así que seguí caminando y reflexionando sobre lo que estaba sucediendo. Hasta que después de haber transitado unas calles, me encontré en la parte trasera del centro comercial. Para mi sorpresa ahí me encontré con el otro Miguel, el artista. Nos vimos de frente, el detuvo su caminar, yo simplemente camine a prisa. En efecto era yo. Pero si yo deje el conservatorio, para ser químico, esperen un momento… De verdad tenia futuro como cantante. Pero si es así, ¿en dónde está Luz?
La curiosidad mato al gato, pero la satisfacción lo trajo de vuelta. Fui a la tienda de Discos del centro comercial. Había demasiadas mujeres esperando su turno para saludarme, de fondo se escuchaba la canción que le compuse a Luz. Cuando una voz me pregunto, disculpe, gire la cabeza y era Luz, con un vestido color beige. Tan radiante. Cuando ella encontró una familiaridad, en mi rostro, hizo una mueca y dijo entre dientes -Porque te tengo que ver en todos lados-, le dije, -Luz espera, puedo invitarte un café-. Después de todo mi otro yo, aun no salía a firmar los discos. Únicamente dijo -está bien, pero no quiero a ninguna fanática tuya, ni periodista que nos tome fotos ¿está claro?-
El camino hacia el café, fue de un silencio profundo. Y Luz comento – Que pasa Miguel, estas desperdiciando tu tiempo y si no me vas a decir nada mejor me voy a casa- Pregunté por su familia y ella contesto al mínimo –Bien, gracias-. Pedimos el café y yo no podía dejar de observarla, cuando Luz, dijo – Miguel, deja de mirarme así. No vine a eso y soltó la pregunta ¿cómo te va con tu súper modelo? Bien, respondí. Pero no he venido a hablar contigo de ella, he venido, a preguntarte algo que desde aquel día no he dejado de pensar… ¿Si el universo logrará contraerse y las tazas que se han roto en el pasado se volvieran a unir, tú volverías a quererme?
El silencio, se hizo presente y luego de un momento ella respondió – Miguel, sabes cuántas noches espere a que me buscaras- De su ojo derecho color esmeralda, corrió una lagrima sobre su mejilla y argumento – Me tengo que ir no tiene caso seguir aquí- y corrió hacia la nada. Me quede en shock unos instantes, pero era ahora o nunca, salí detrás de ella, vi que entro en la tienda de Don Manuel. Así que ingrese, pero solo estaba Don Manuel y Melissa, sorprendidos me observaron. El primero en hablar fue Don Manuel - ¿Qué pasa hijo?- dije al instante, ¿No vieron entrar a una chica? Melissa respondió- El único que ha entrado y salido de aquí eres tu Miguel- .Saqué el reloj y lo observe nuevamente, ahora marcaba las nueve en punto. Sorprendido camine hacia la puerta, pero Don Manuel me pidió el reloj – Préstame el reloj hijo, te lo pongo a la hora, dio unos cuantos giros a la corona y me dijo hay que girarla tres veces por día hijo, para que el reloj no se detenga.

Finalmente salí de la tienda, y vi nuevamente caminar a Luz, pero el vestido que traía, no era el mismo.

Comentarios

  1. Encantadora lectura , me deja con ganas de seguir con la historia, x favor . 👌

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