El misterio de la vieja casa
Por
Sarai Olopa
Se
levantó de la cama, baja el pie derecho y después el izquierdo, al
ponerse de pie se coloca inmediatamente la bata para salir de la
habitación. Se dirige al baño a refrescarse el rostro, se mira al
espejo, observaba su afilada y delgada cara: sus ojos grandes y cafés
que, justificados por las leyes de Mendel, había heredado de su
padre, también tiene la nariz respingada y el cabello castaño.
Puede ser bien parecido.
Sale
de aquella habitación, ahora hacia la pequeña sala de estar donde
se tumba en un sillón muy acojinado, enfrente hay una ventana y las
cortinas recorridas le permiten deleitarse de la rutinaria vista:
afuera se encuentra la avenida principal llena de automóviles,
camiones y motocicletas que, si no fuera por las ventanas cerradas,
escucharía ruidos muy desagradables.
Frente
al edificio donde se hospeda, se encuentra una casa que, por el
aspecto antiguo y sucio, parece inhabitable. Imagina que es una
construcción de aproximadamente 200 m2 de dos pisos, donde las
habitaciones se encontraban en la planta alta y quizás la sala,
cocina y baño en la planta baja.
La
correspondencia llega y lo desvía de seguir imaginando la
distribución de aquella casa. Se dirige a la puerta y comienza a
contar 1, 2, 3, 4 sobres, una del banco donde le daban respuesta al
crédito que había solicitado, la otra de una Universidad donde le
ofrecían la oportunidad de estudiar con beca de hasta el 100%, la
tercera carta es de su madre: saludándole y recordándole de los
hábitos que no debe olvidar para ser un joven con principios y el
último sobre no tenía remitente, buscó inútilmente por ambas
caras sin obtener información alguna, por curiosidad desgarra la
parte superior del papel y observa el contenido: es una llave, la
toma con las manos y la saca del sobre mirándola fijamente, centra
la mirada en las formas garigoleadas que la visten, parecen flores de
color café las que le dan un aspecto longevo.
Pierde
el interés en aquel objeto, pues su poca curiosidad y nula
superstición lo obligan a colocarla en el plato donde se encuentran
las llaves del departamento, del automóvil y de la oficina.
Ya
era medio día y los reflejos del sol le avisaban que se le hacía
tarde para ir al trabajo, no había prestado importancia al tiempo,
actividad que comúnmente hacía, pues era un joven ordenado cuya
impuntualidad consideraba imperdonable, es de esas personas que
siempre está antes de la hora acordada y toma precauciones para
llegar a tiempo. Rápidamente corre a su habitación, elige el traje
gris con la camisa blanca y la corbata guinda, los coloca sobre la
cama aún destendida. Se decide a dar un baño exprés, quizás si
reduce el tiempo en ducharse, lograría llegar a tiempo a la oficina.
Al salir del baño se arregla con tal velocidad que se asombra de lo
rápido que es: Se coloca el traje y los zapatos, se peina la barba
que desde hace un par de años se había dejado crecer, pues lo hacía
ver un poco mayor y creía que era un atractivo para las chicas; se
peina el cabello y coloca en el portafolios muchos sobres y folders,
finalmente pasa a la cocina para rellenar el termo de café con un
poco de whiskey, se dirige a la puerta y antes de salir toma todas
las llaves del plato.
Ya
era tarde y estaba atrapado en medio del tráfico, hoy no salió con
anticipación pues le había costado despertarse, pero ¿recuerda por
qué? Intenta hacerlo mientras maneja lentamente, pero no recuerda si
la noche anterior había hecho algo fuera de lo común. Logra avanzar
un par de metros sin detenerse hasta que el semáforo en rojo lo
obliga a parar el vehículo. Durante los 90 segundos que dura el
alto, un par de chicos aprovechan para hacer su espectáculo: ambos
vestidos de payasos comienzan a hacer malabares con botellas de
vidrio vacías, pensó que de esa forma se ganaban la vida y decidido
a darles un par de monedas, busca en el saco y se percata de que
extrañamente se encuentra la llave que había llegado en el sobre
por la mañana, finalmente les da un par de monedas a los jóvenes y
sigue su camino.
Como
es de costumbre, llega a tiempo a la oficina, atraviesa la puerta de
cristal y sube por las escaleras eléctricas al primer piso, después
recorre un pasillo y gira a la izquierda donde se ubica la misma
oficina desde hace 10 años. Coloca el portafolios sobre el
escritorio, recorre las persianas para que entre un poco de luz y se
sienta en una silla negra de cuero.
Comienza
a llenar los formatos del libro de cuentas y hace unos cálculos para
obtener grandes cifras. Repetidamente lo hace por 8 horas, hasta el
anochecer. Al concluir su jornada laboral y decidido a regresa a
casa, piensa en ir a cenar algo de su agrado, a pocas cuadras se
encontraba abierto un restaurante, cuyo aspecto parecía que fuera
exclusivo para clases altas. Pero no le importó e ingresó donde le
atendieron inmediatamente. Mientras esperaba su orden, observaba el
lugar: mesas para cuatro personas, sillas rojas acolchonadas,
candelabros en cada mesa y flores por todos lados que le daban un
aspecto elegante al lugar, solamente había cinco parejas cenando,
pero le llamó la atención que, a tan solo 3 mesas de separación,
se encontraba una joven delgada, de cabello castaño, tenía puesto
un vestido café que le llegaba a las rodillas y tenía un ligero
escote en la espalda. No había plato en su mesa, quizás esperaba a
alguien y la han abandonado o aún no la atendían.
Piensa
en acercarse, pero el platillo que pidió, ha llegado. Decide comer
rápidamente para sentarse junto a ella. La presencia de aquella
joven lo hipnotizó, no importaba nada a su alrededor más que aquel
rostro blanco y tímido, aquellos labios rosas, sus mejillas
ruborizadas, su cabello rizado y castaño... entonces lentamente se
coloca de pie y con cierta seguridad se acerca hacia la mesa de la
joven, ella se da cuenta y le sonríe dulcemente, lo invita a
sentarse y él acepta. Escucha que aquellos labios rosas emiten una
tierna voz que le dicen: -Te
he estado esperando...-
Sorprendido no deja de mirarla y le responde: - ¿Cómo
te llamas? -
Ella solamente le sonríe, se pone de pie y sale casi corriendo del
restaurante. Por impulso, él deja un par de billetes sobre la mesa y
corre tras ella para alcanzarla, pero fue inútil, siente cómo sus
piernas casi no le responden para correr, la veía a lo lejos
alejarse....
Se
sienta sobre la banqueta y respira profundamente exhalando un
suspiro. Se pone de pie y al percatarse de su mejoría, regresa por
el carro y se dirige a su casa. Cuando llega, encuentra un sobre
blanco debajo de la puerta, se agacha para tomarlo, ingresa la
respectiva llave en la perilla e ingresa a la habitación principal,
deja el portafolios sobre la mesa y abre el sobre que contenía una
simple nota: “Mira hacia la venta”, -¿Mira
hacía la ventana?-
Se cuestiona y piensa en las mil posibles consecuencias que pueden
suceder si mira hacia la venta: pudiera ser una extorción, un
ataque, un secuestro o simplemente una broma... finalmente cauteloso
se acerca a la venta, discretamente recorre un extremo de la cortina
y mira hacia todas direcciones, pero no hay algo extraño, nada fuera
de lo común. Se queda observando fijamente por un momento intentado
detectar algo: -los
mismos carros de siempre sobre la avenida, la florería y el café...
todo como siempre ha estado... ah y la casa abandonada de enfrente-.
La curiosidad lo invade y decide darle un vistazo con la mirada desde
la entrada principal hasta la última habitación de arriba, parecía
todo en orden, excepto que las cortinas de una de las habitaciones
estaban recorridas, permitiendo ver que una joven danzaba al ritmo de
la música que sonaba de un fonógrafo. Al no creerlo, se talla los
ojos con las manos, como si los limpiara para ver mejor, pero ella
seguía ahí, logra identificarla, ¡Era la joven del restaurante!
Rápidamente sale del edificio, cruza la avenida deteniendo los
vehículos con su mano y toca insistentemente la puerta de madera,
pero nadie le abre. Comienza a gritar desesperadamente que le
abrieran que ha visto que alguien está dentro, mientras las personas
que pasaban se detenían y murmuraban que está loco, que esa casa ha
estado vacía por años. Finalmente, cansado de gritar y golpear su
mano contra la puerta regresa a su departamento y espía
discretamente por la ventana, acción que duró parte de la noche
acompañado del café con whiskey.
Por
la mañana despierta acostado sobre la alfombra frente a la ventana.
Sabía que no fue un sueño lo que la noche anterior vio, se pone de
pie y vuelve a mirar, sigue estando la casa vacía de siempre.
El
reloj suena, son las 11:00 am, de nuevo tarde para el monótono
trabajo. Un grito de desesperación delata su estrés e inicia la
carrera contra reloj para llegar justo a tiempo a la oficina. Cuando
a punto de salir, las llaves no estaban donde siempre y comienza a
recordar dónde las dejó.... -
¡el traje de ayer! -,
corre a buscarlo y exitosamente encuentra tres juegos de llaves: las
del departamento, el carro y aquella llave tan peculiar que en ese
momento le llamó la atención más de lo normal. Después de unos
minutos de pensar, observa por la ventana la casa de enfrente, cabe
la posibilidad de que esa llave abra el mecanismo que protege la
vieja casa.
Sale
corriendo sin importarle la hora hacia la puerta que la noche
anterior golpeaba desesperadamente. Por la ansiedad le tiemblan las
manos, haciendo casi imposible que lograse ingresar la llave para
luego girarla y escuchar ese “click” que le permitió entrar.
Con
cierta desesperación atraviesa la puerta, un lugar obscuro y frio,
lleno de polvo y plantas secas. Camina esperando ver una puerta o
ventana que le permita entrar a la casa, al final de un largo pasillo
encuentra la puerta abierta, tal parece que lo esperan. Podía sentir
cómo latía rápidamente su corazón, el sudor frío de la frente,
las manos y piernas temblorosas - ¡Hola!
¿hay alguien aquí? -,
grita, pero nadie le responde. Temerosamente atraviesa la puerta y
efectivamente, el lugar es como más de una vez se lo imaginó: la
sala con sillones color mostaza sobre una alfombra roja, lámparas de
petróleo en cada esquina, muebles de madera viejos llenos de polvo y
sobre una pared con papel tapiz de flores azules, logra identificar
una foto: madre, padre y su hija, -¿desde
hace cuánto tiempo es esta fotografía?- Se
pregunta, ya que se percata de lo maltratado de la imagen y la
extraña vestimenta de los retratados,
-¡Tal parece más de 100 años!-
Muchos escalofríos invaden su cuerpo, pero por primera vez en su
vida no había sentido tal sensación de excitación por lo
desconocido y atraviesa la habitación principal dirigiéndose hacia
las escaleras viejas que rechinaban cada que subía un escalón.
Al
estar en la planta alta, se da cuenta que hay tres puertas, de las
cuales una está entre abierta, como si le dieran señales para que
se acercara. La sensación de miedo ahora invadía su cuerpo, lamenta
no haber traído consigo algún objeto para defenderse, camina
lentamente hacia la puerta y la empuja diciendo -
¿Hay alguien aquí? -
Se detuvo para prestar atención a una respuesta, pero al no ser así
logra identificar al fondo de la habitación una cama, de aquellas
antiguas llena de encajes, busca dónde encender luz eléctrica, pero
su esfuerzo fue en vano. Al resignarse a la obscuridad de la
habitación, decide ingresar lentamente, pues con un poco de esfuerzo
se podía identificar los libros tirados sobre la alfombra, al igual
que frascos de vidrio que bien pudieron haber contenido medicinas o
alguna sustancia química.
Apunto
de llegar a la cama, logra detectar un olor pútrido, algo que no
había sentido o no se había percatado desde que ingresó la llave,
con la corbata se cubre la nariz y sigue acercándose. Sobre el
aposento yacía una mujer de aproximadamente 80 años, de rostro
blanco, labios rosados, mejillas pálidas, cabello canoso y rizado,
vestida con un camisón blanco y las manos sobre el pecho. Una muerte
tranquila. De la impresión retrocede un poco sin dejarla de mirarla,
pues su rostro se le hace conocido -
¡Es la joven del restaurante! ¡no puede ser! -
Mientras caía en una confusión sentía que todo se movía y veía
cómo la puerta se alejaba de él, la habitación se hacía cada vez
más grande y el silencio lo llenaba de miedo. Quizás la ansiedad lo
está traicionando, el sudor invade su cuerpo y su corazón delata su
miedo.
Un
impulso hace que se dirija a la puerta para salir inmediatamente, sus
piernas no lo detienen esta ocasión, corriendo baja las escaleras
mirando cada instante hacia atrás, como si alguien lo persiguiera,
finalmente llega al patio de la naturaleza muerta, empuja la puerta
principal y atraviesa la avenida sin mirar a los lados para
refugiarse en su departamento.
Al
entrar se sienta frente al sillón abrazando sus piernas tratando de
tranquilizarse, pues lo que vio no era normal. Después de horas en
la misma posición y divagar en pensamientos que tratan de justificar
lo vivido, se pone de pie y comienza a espiar nuevamente la casa.
Espera volver a ver a la joven bailar al ritmo de la música del
fonógrafo, para saber que no se está volviendo loco.
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