La Trampa del diablo.
por Tristan Valdivia
El cazador sabía que tenía poco tiempo para
hacer las preguntas necesarias a quien estaba por llegar; tenía claro que, como
en las cosas que se piden y se obtienen, todas tienen un precio, unas más alto
que otras. Sacó su cuchillo largo de la funda de cuero que lo cubría; ése leal amigo
que lo ha acompañado en los momentos difíciles y complicados, y tan afilado
como el aire frío que penetra en las entrañas sin previo aviso. Se hizo un
corte en el antebrazo izquierdo logrando que la sangre emanara de él, juntó la necesaria
en una bandeja de madera, la sangre era el precio a pagar, al día de hoy lo
sigue siendo… Tomó una tiza blanca y dibujó una especie de silueta con forma de
pino y dentro de éste rayó símbolos extraños separados por líneas
entrecruzadas, todos ellos sustraídos de un libro; una vieja guía que ha sido
su apoyo en circunstancias como la que se avecinaba. Posterior a eso, prendió
fuego a varios cirios que rodeaban el dibujo trazado sobre el suelo; de una pequeña
mesa cercana a donde él se encontraba tomó hierba de la soledad, espliego, flor
del abismo, raíz de mandrágora y las trituró en un mortero, les prendió fuego y
lo colocó dentro del dibujo pintado sobre el suelo, la bandeja de madera ya
estaba en su posición, el cazador recitó unas palabras en latín y nuevamente con
su cuchillo derramó sangre de su antebrazo para seguir hablando en la
característica lengua que todos comentan de ella pero no muchos pueden exclamarla.
El mortero donde trituró las plantas y hierbas
tuvo una reacción a esa lengua antigua: salieron chispas del recipiente, como
si una bengala se estuviera quemando e iluminando el lugar. Al mismo tiempo, un
olor penetrante y nauseabundo invadió el cuarto donde el cazador se encontraba.
Por el efecto de las hierbas, la sangre, el conjuro y los símbolos, el cazador
pudo percatarse que las luces que iluminaban el lugar comenzaron a parpadear;
tenía claro que no era por una falla eléctrica, sólo era el preludio de que el
invitado había llegado. Era una persona común y ordinaria, de aspecto normal;
llevaba unas botas, pantalón de mezclilla, camisa de cuello americano verde con
rayas que dibujaban cuadros negros y una chaqueta negra con un logo que se
podía leer: “Bombas de agua Drumper”, su altura era promedio, de tez clara, ojo
claro, y cabello castaño oscuro. El tipo observaba detenidamente al cazador y
viceversa, nadie daba paso en falso, al parecer ambos conocían el desenlace de
aquél encuentro. El tipo, al no ver movimiento, hizo la primera acción:
- ¿Qué pasa señor?, ¿Dónde estoy?, ¿Qué es éste
lugar?
-Ya lo sabes, evítate el papel de ignorante.
El tipo no respondió a las palabras del
cazador y su semblante cambió, el rostro de aquella persona pasó a ser de
asustada a una mueca de sonrisa burlona y miró detenidamente el altar con el
que lo habían invocado, continuó sonriendo:
-¿Qué buscas cazador?, preguntó el tipo. Aquella
voz que se escuchó no era de una persona ordinaria y común, era más grave,
rasposa y no parecía de un ser humano. Ha de ser algo muy importante para ti
como para llegar a una medida extrema y llamarme.
- Diversas fuentes me dijeron que tienes
información de la Colt, conoces su ubicación y sabes de su último portador,
habla.
- ¿Creíste que con invocarme te diría lo que
necesitas saber?, no cazador, no sé dónde está y tampoco quién la tenga,
difícilmente te dirán su paradero; sino soy yo menos aún otro lo hará.
- Un demonio negando lo que sabe, vaya
contradicción, ¡¿Dónde está la Colt?! El cazador preguntó de manera enérgica y
alzando la voz; sacó de su chaqueta de cuero una licorera de bolsillo con agua
bendita y le arrojó riegos al tipo poseído.
Se escuchó un grito ahogado en el lugar donde
se encontraban, era el sótano de una vieja casa, el cuarto de calderas se
encontraba al fondo, cerca del altar donde la presencia había aparecido.
El demonio sentía una especie de quemaduras
provocadas por el contacto del agua en su cuerpo, lo estremecía y lo hacía
torcerse, el cazador pudo mirar como el agua surtía efecto; el demonio se
irguió y el rostro era irreconocible, había llagas en su cara y no sólo eso,
sus ojos habían cambiado siendo totalmente negros, imposible distinguir pupila,
esclerótica ni iris, eran más negros que la sombra de aquella entidad.
- Hasta que veo tus lindos ojos. Replicó el
cazador.
El demonio no dudó y fue por él, equiparable a
fuerza de un rinoceronte, lo golpeó al menos tres veces en la zona de la caja
torácica, puño tras puño cimbraron al cazador que no se doblegaba, sin embargo,
el último golpe lo hizo escupir sangre por la boca sin poderse moverse del
todo, la abertura en el antebrazo le impedía ser ágil, arrodillándose a tomar
aire y al incorporarse, ya tenía al rival frente a él.
- ¿Eso todo lo que puedes dar?, ¿Así piensas encontrar
el arma? No durarás ni un minuto con vida en donde tienen el revólver, deja de
pelear cazador, no tienes oportunidad. Para cuando el demonio terminó de decir
esas palabras, tomó al cazador por la chaqueta lanzándolo al otro extremo del
piso, cayendo éste con estrépito y dolor.
Al procesar lo que el ser había expresado, el
cazador comprendió que ése maldito sabía más de lo que se imaginaba acerca del
revólver, tenía presente que debía moverse, actuar y atacar. Sacó fuerzas y se
levantó dirigiéndose al demonio:
- Termina lo que empezaste, bastardo.
- No te quedan fuerzas vaquero, estás mal
herido y con cuatro costillas rotas, no puedes contra mí. Hay que sacar la
basura que no tarda en pasar el camión, dijo el demonio de los ojos negros.
- Ven por la bolsa, respondió sarcásticamente
el cazador.
La reacción del mal herido fue veloz, sin que
el demonio pudiera notarlo, esquivó el golpe que le intentó conectar y el
cazador respondió, sacó su pequeña licorera y le arrojó todo lo que le quedaba
de agua bendita al rostro del ser con envase humano el cual gritaba como si
estuviera siendo exorcizado; desconocía el maldito que eso pasaría más adelante,
pensó en sus adentros el cazador. Un grito infernal inundó el sótano por las
quemaduras que le provocaba el bendito líquido al demonio. El cazador se
abalanzó sobre él conectado varios golpes, cuatro de ellos en el abdomen, el
cuerpo poseído era tan duro como una placa de hierro pero eso no detuvo el
ataque del cazador, el tiempo se agotaba y aún no completaba el objetivo
principal: saber dónde está la Colt. El demonio seguía gritando por el ardor
que le producía el agua bendita, mientras el cazador continuaba los embates,
esta vez en el rostro y aprovechando la ceguera temporal del maldito que no
metía las manos para protegerse, los golpes surtían su efecto, el demonio no
oponía resistencia y el cazador parecía ver un poco de luz al final de aquella
noche oscura. Sacando fuerzas de su alma vacía, el cazador cerró su puño
derecho, lo hizo lo más duro posible y conectó en el rostro del envase humano
habitado por el demonio haciéndolo caer perdiendo el sentido.
Cuando el demonio despertó, se encontraba
sentado sobre una vieja silla de madera en el centro de una estancia, muy
diferente al sótano donde fue su primer encuentro con el cazador; era acogedora
y vieja a la vez, el suelo estaba cubierto por una alfombra de tonos dorado y
vino, pero el tiempo y la mugre no perdonan ya que se notaba lo percudida y
maltratada. El envase poseído continuó observando y en la estancia se
encontraba iluminada por cuatro apliques de lámparas antiguas, sus luces eran
bajas; seis libreros o al menos esos pudo contar, todos ellos repletos de
libros antiguos que no pudo reconocer ninguno, delante de él, una ventana con
unas persianas horizontales empolvadas dando poco paso a la entrada de la luz
natural, debajo de esta, un viejo escritorio de madera macizo y firme que en el
descansaba una lámpara de banqueros y
una monte de libros viejos que por su apariencia no tenía mucho de haber sido
usados y estudiados; el ambiente era oscuro y el demonio no percibía al
cazador, se levantó de la silla sin dificultad alguna y al no ver movimiento ni
presencia caminó a la puerta que conducía a la salida. Al momento de seguir
caminando no pudo avanzar más…
-¿Qué caraj…?
El demonio creyó mirar a todos lados sin tomar
en cuenta uno, en ese momento alzó su vista y ahí estaba plasmada en el techo lo
que le impedía seguir avanzando: la trampa del diablo. El dibujo abarcaba casi
toda el área del techo de la estancia; un círculo y dentro de éste, un delgado
perímetro y a la par con textos en hebreo y dentro de éste un heptágono formado
de manera perfecta, hacia adentro de esta figura otras dos que de manera
cruzada e intercalada formaban otro heptágono dentro del ya trazado, en el
centro del dibujo de la trampa, se encontraba un escorpión y alrededor de él un
circulo dibujado acompañado de más letras en hebreo antiguo.
De entre las sombras donde no llegaba la luz
en la estancia sonó una voz, el demonio la reconoció al instante.
-¿Vas a alguna parte?
-No puedo salir del círculo, ¿qué has hecho?
- Me
sorprende que tú, siendo un demonio de alto rango no lo sepas, tu jefe te debió
haber informado de las contras que existen para los de tu especie.
- Libérame, estúpido cazador, no sabes a lo
que te enfrentas, contestó el demonio.
- Me fue difícil saber tu nombre, Astaroth y
en lo que dormías cómodamente me puse a investigarte. Haz lo que quieras, la
marca en el techo anula tus poderes, ahora eres un animal enjaulado y anulado,
en eso consiste la trampa del diablo, esta arma la utilizaban los antiguos y
los ayuda a retener, bloquear y eliminar el mal, en este caso a ti. Dime lo que
sabes acerca del revólver, exclamó el cazador.
- Podrás haberme anulado pero no sabrás nada
de lo que buscas.
- No me retes hijo de perra.
-No tengo necesidad de hacerlo, respondió
Astaroth con risas burlonas y extendidas. Si no te acabo yo, alguno de ellos lo
hará.
El cazador se acercó al escritorio y de entre
el monte de libros viejos y antiguos tomó uno, tenía un forro de cuero color
tabaco y por su aspecto estaba muy desgastado. Giró, y el cazador caminaba de
nuevo hacia el demonio.
- Habla, ¿dónde está la Colt?
- Por tanta insistencia que muestras sobre el
revólver, despiertas la curiosidad y no sólo la mía, sino la de ellos también;
sabes bien que no soy el único demonio tras de tu cabeza, cazador.
- Es momento de hacer aullar a la loba, le
respondió el cazador, si no es por las buenas, será como siempre aprendieron
ustedes los caídos, por la mala.
- ¿Vas a leerme un cuento?, preguntó Astaroth.
- Algo hay de eso… El cazador abrió el libro buscando la página
correcta y comenzó a hablar en latín:
Regna
terrae, cantata Deo, psallite Cernunnos,
Regna
terrae, cantata Dea psallite Aradia.
caeli Deus,
Deus terrae,
Humiliter
majestati gloriae tuae supplicamus
Ut ab omni
infernalium spirituum potestate,
Laqueo, and
deceptione nequitia,
Omnis fallaciae,
libera nos, dominates…
Al escuchar las palabras en la lengua antigua,
Astaroth reaccionó enseguida, torciéndose y gritando:
- ¡¿Un exorcismo?! ¡No sé nada del arma, lo
juro!
- Mentira. ¡Habla, bastardo!
Para invitarlo a hablar, el cazador entró a la
zona del círculo de la trampa, tardó más en cruzarla que cuando observó,
Astaroth se le dejó ir con fuerza, lo que el demonio olvidó es que no tenía sus
poderes y habilidades, lo que fue aprovechado por el cazador para darle un
golpe directo al rostro nockeándolo y perdiendo el sentido, esta vez, el envase
humano poseído estaba sangrando por la nariz y la boca. No tardó el demonio en
reaccionar cuando se encontraba nuevamente en la silla de madera pero ahora
atado a ella, despertó y vio al cazador frente al él.
- ¿Dónde está el arma?.
- No lo sé, respondió el demonio, se notaba
que el envase que había tomado se encontraba muy lastimado.
Al no tener respuesta, el cazador continuó
leyendo:
- Exorcizamus
you omnis immundus spiritus
Omnis
satanica potestas, omnis incursio,
Infernalis
adversarii, omnis legio,
Omnis and
congregatio secta diabolica.
Ab insidiis
diaboli, libera nos, dominates,
Ut coven
tuam secura tibi libertate servire facias,
Te rogamus,
audi nos!
- ¡Espera! Gritó Astaroth, te diré lo que sé
pero no me exorcizarás, ¿verdad?
- No, dijo en bajo tono el cazador. Dime todo
lo que sepas.
-
El revólver es una Colt Paterson, única en su tipo, tiene labrados hechos a
mano y fue fabricado por Samuel Colt para una cacería paranormal en el año 1835.
De acuerdo con la leyenda, cualquier cosa a la que esta arma le dispare,
morirá, incluyendo criaturas inmunes a todas las armas. La Colt es también
usada como la llave a la Puerta del Infierno, hasta donde tengo entendido,
nadie sabe dónde está la Puerta. Samuel fabricó trece balas junto con el arma,
cuando logramos encontrarla, nos enteramos que varios cazadores la usaron antes
y sólo quedan seis balas genuinas.
-¿Quién tiene el arma?, ¿dónde está?
- Ya lo sabes, y si no, acabo de despejar tu duda,
está en nuestras manos. El revólver está en un edificio en Jefferson City,
custodiado por demonios, como te dije antes, allá no lograrás sobrevivir.
- Eso no te incumbe, hijo de perra. El cazador tenía
un desafío más grande en puerta ahora y era momento de partir cuanto antes.
Después de aquél último enfrentamiento con el demonio de los ojos amarillos, su
vida y todo lo que conocía cambió.
- Exorcizamus
te, omnis immundus spiritus, omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis
adversarii, omnis legio, omnis congregatio et secta diabolica, in nomine et
virtute Domini Nostri Jesu Christi, eradicare et effugare a Dei
Ecclesia, ab animabus ad imaginem Dei conditis ac pretioso divini Agni sanguine
redemptis… Exclamaba el cazador.
- ¡Dijiste que no lo harías! Con una voz
suplicante, Astaroth le recriminó mientras la silla de madera se movía
estrepitosamente dentro del círculo de la trampa.
El demonio se retorcía a sobremanera, los ojos
dejaron de ser humanos desde hace mucho y lo que el cazador tenía frente a él
era el envase de carne humana de un hombre muerto movidos por los hilos del ser
que lo poseía.
- ¡Mentí! Y continuó:
… Ergo,
draco maledicte et omnis legio diabolica, adjuramus te per
Deum vivum, per Deum verum, per Deum + sanctum, per
Deum qui sic dilexit mundum, ut Filium suum unigenitum daret, ut omnes qui
credit in eum non pereat, sed habeat vitam æternam: cessa decipere humanas
creaturas, eisque æternæ perditionìs venenum propinare: desine Ecclesiæ nocere,
et ejus libertati laqueos injicere. Vade, satana, inventor et magister omnis
fallaciæ, hostis humanæ salutis. Da locum Christo, in quo nihil invenisti de
operibus tuis; da locum Ecclesiæ uni, sanctæ, catholicæ, et apostolicæ, quam
Christus ipse acquisivit sanguine suo. Humiliare sub potenti manu Dei;
contremisce et effuge, invocato a nobis sancto et terribili nomine Jesu, quem
inferi tremunt, cui Virtutes cælorum et Potestates et Dominationes subjectæ
sunt; quem Cherubim et Seraphim indefessis vocibus laudant, dicentes: Sanctus,
Sanctus, Sanctus Dominus Deus Sabaoth.
Terminando de recitar el ritual romano, un
grito ensordecedor invadió la estancia, el suelo se sentía cimbrarse, era el
envase quién levantó la vista mirando hacia al techo, abrió la boca y un humo
negro salía disparado de ella pintando de color fuego todo el dibujo de la
trampa del diablo. Astaroth se había ido, el exorcismo había terminado.
El cazador retiró el cuerpo de la silla, lo
dejó caer sobre el suelo y se sentó, tomó un respiro y miró a su alrededor, los
libros, el escritorio, la ventana y una puerta que conectaba con otro cuarto,
sacó de otro bolsillo de su chamarra otra pequeña licorera, esta vez tenía
whisky, le supo tan deliciosa que le dio un trago largo.
- Hora de irse, hay trabajo por hacer, se dijo
el cazador en voz alta.
Se levantó de la mesa y se dirigió al cuarto,
prendió la luz y ahí estaban sus tesoros, aparte de los libros, estaban sus
armas de todos los calibres, cortas y largas, auto y semiautomáticas, viejas
amigas de muchas batallas que nunca lo han dejado solo. Tomó una maleta de
tamaño mediano y metió varias de ellas, se hizo de más agua bendita, balas con
pólvora, de plata y sal, se dirigió nuevamente al escritorio y fue por otro
libro, uno más especial y de valor para él, era su diario pero no cualquier
diario, en su interior se encontraba la mayor cantidad de información, datos,
registros, leyendas y todo el contenido
reunido posible acerca del mundo sobrenatural.
Cargado con lo necesario, el cazador salió de
aquella casa que ha sido su refugio y trinchera por mucho tiempo y varias
generaciones detrás de él, caminó hacia su auto, un Chevrolet Impala Sport
sedán 1967 negro. Abrió la cajuela donde tenía más armas, amuletos y
herramienta para cuando las llantas se poncharan. Encendió el auto y el rugir
de ése motor era inconfundible, sacó de debajo del asiento del copiloto una
vieja caja de cartón y en su interior había cassettes, tomó uno, lo colocó en
el estéreo y era “[Don't Fear] The Reaper” de
Blue Oyster Cult, el cazador sabía que el viaje era largo, la música no
podía faltar y que Jefferson City era su siguiente destino…
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